Los hijos no llegaban y ella era
la joven esposa que envejece
sin acunar en sus brazos el tesoro
de una noche que amanece despierta.
Los niños crecían a su lado.
Las niñas corrían cerca de ella.
Ninguno era hijo de sus noches
de esposa entregada a la tarea.
Un día, aun soñaba, ella sería
la madre de un bebé que olería
a colonia nenuco entre las sábanas
bordadas por las manos de su suegra.
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