Me niego a comer pato
o al cordero que toma
la leche de la ovejita
por ser corderito tierno.
Me niego a que en mi plato
un cochinillo se asiente
oliendo a su pesebre
de bebé de mamá cerda.
No puedo aceptar que haya
una pularda muy muerta,
ni que el pollo se rinda
temblando ante su muerte.
Que no me pongan la carne
que estuvo en la ternera
antes de ser un canal
vendido al peso neto.
Tampoco quiero los dulces
con grasas de animales
que sufrieron una muerte
en nombre de mi alimento.
¡Yo quiero mis Navidades
veganas y sin ningún muerto!
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