Su vejez era una hija lejos,
un marido perdido en el tiempo,
los sueños dorados de óxido,
un perro que era de otros.
La vejez era verse esperpéntica
en las fiestas de sábado noche
rodeada por viejos ancianos
que hablaban de achaques añosos.
Su vejez era una letanía rezada
a las puertas de una iglesia,
las lágrimas, el fastidio, el odio.
La vejez era un rosario de penas
en los dedos de un hombre pobre
manchado de vino, oliendo a puros.