Amaban como los perdedores
que suben el opio
a sus relaciones
de un apartamento
prestado y lujoso.
Perdían como los enamorados
que nunca pensaron
en días de boda
con misas cantadas.
Jugaban como adolescentes
detrás de la mesa
de doña Jimena,
aquella maestra
tan culta e ingenua.
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