Era un poco pirata,
gordo como un tonel,
con risa acacharrada
y manos color café.
Llevaba una esposa
que hija pudiera ser,
un coche no conducido
por su olvidado carné.
Subió cuatro escalones,
retrocedió otros tres,
dio un paso a la izquierda
a la derecha se fue.
Los bolsillos se le llenaron
de papel y buen papel
y él sonrió satisfecho
por ser simplemente el Rey.
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