Multiplicaba los euros
donde él sólo sumaba
un sueldo de abogado
con los viernes sin trabajo.
Hacía de su sirvienta
y de los hijos de ambos
mientras él leía los goles
en el periódico y gracias
por no ladrar como ladran
los hombres No Hago Nada.
Cosía los calcetines
jurando los siete altares
y lamentaba el día
que prometió a él amarlo.
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