Circulamos por la isla verde
cruzando el puente descalzos
ajenos a la selva y a las aguas
que lamían las inmensas playas.
Dejé que buscaras más tortugas
buceando por el mar hondo.
Dejé que iniciaras un negocio
de desayunos de pescados.
Dejé que regalaras turrones,
ensaimadas y tiernos flanes.
Un día tomamos una copa
de ron a la salud de las cigalas,
lloramos en Puerto Princesa
y dijimos hasta otro verano.
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