1 Un día desperté y no tenía nombre; era una cara, un cuerpo, el silencio... No tenía nombre. Seguí despertando al oír el nombre tirado en dos sílabas: ésa, como si yo fuera una mala cosa. 2 Quise gritarle que yo era el árbol que gemía prosa, un verso abierto, el cáliz de otro, la que no gatea nunca en la alfombra. Yo era las letras. Yo era mi sombra. Era un relato de un mes de agosto que lleva mi sangre clavada en mi nombre. Las gotas del árbol que unen mi rama a una rama suya donde sólo llueve agua que es lluvia. |
Feliz 2020!
Hace 5 años