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viernes, 31 de julio de 2009

Sin nombre

1
 
Un día desperté
y no tenía nombre;
era una cara,
un cuerpo,
el silencio...
 
No tenía nombre.
 
Seguí despertando
al oír el nombre
tirado en dos sílabas:
ésa, como si yo fuera
una mala cosa.
 
 
2
 
Quise gritarle
que yo era el árbol
que gemía prosa,
un verso abierto,
el cáliz de otro,
la que no gatea
nunca en la alfombra.
 
Yo era las letras.
Yo era mi sombra.
 
Era un relato
de un mes de agosto
que lleva mi sangre
clavada en mi nombre.
 
Las gotas del árbol
que unen mi rama
a una rama suya
donde sólo llueve
agua que es lluvia.