La recuerdo triunfando
en su vestido de diario
asomada al alegre vecindario.
El gato era testigo de sus pasos
desde la cocina al cuarto de baño
por el pasillo de baldosas gastadas.
Un canario asomaba el pico
hasta desafinar cuando olvidaba
las notas de su canción
libre de la letra de un cantautor.
Días iguales en horas iguales
se sumaban en meses
y los meses le arrojaban años
tras las doce campanadas navideñas.
Adiós. Adiós. Adiós.
Y se paró su reloj de arterias
rompiendo el calendario
en dos mitades simétricas:
la vida vivida viviendo
y la vida vivida muriendo.
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