Me acechan los buitres
con sus picos gancho.
Ya siento sus alas
más cerca acercándose.
No sé si les dije
quien soy a los ángeles
o es un caído
el que me atrapa
en este anzuelo
que pesca mi alma.
Dios mío, Dios mío,
no estás y haces falta.
Perdona, Dios mío;
no debo llamarte
porque tú ayudas
a los tres talentos
y eres severo
con quienes lloramos
al ver a las aves
rifar el naufragio.