Llegó con los cuarenta
rozándole las canas,
la ilusión abierta
a las oportunidades,
invirtió en su sueño
los ahorros de años
y...
le cerraron las puertas.
Para ella candados.
Para otros, los ricos,
floreció la abundancia.
Se marchó con las piernas
arrastrando los años
sin nada en las manos.
Los otros se quedaron
forrando los bolsillos
con billetes de banco.
Y tengo que decirlo.
Y tengo que contarlo.
Y tengo que gritar:
¡no es justo, animales!