Tenía 18 años
y decidió acabar
con las farras y las fiestas
en un convento cabal.
Allí reza de rodillas
al Dios que la enamoró
y se olvida de los padres
que lloran su reclusión.
La novicia se hace monja
en su cárcel de ilusión
entre piedras que encierran
las alas de juventud.
Pasan los años llorando
por el claustro del silencio
La monja ya no es novicia.
Llegó la vejez venciendo
los 18 abriles,
aquellos que se le fueron.