Eres un viejo de cincuenta
y te sientes sabio
y casi abuelo
mirando a tus hijos
Caín (el más malo)
y Abel (el más bueno).
Tu barro ya sabe
casi a cemento.
Tu risa enseña
implantes de feria.
No corres. No gritas.
No follas. No sientes.
¿Y aún preguntas
si tu Eva te quiere?...
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Lencería Adán y Eva: Gran surtido de tangas rojas