Yo creía que éramos amigos
y fui la ilusa
que se equivocó.
Eran hienas que decían ser
las caperucitas
que el lobo comió.
Lo supe el día en que vi la nota
más mala que tuve
del grupo de amigos
para ir de copas.
Dejé de brindar
chocando los vasos
y volví a ser
la más solitarias de las solitarias
que brindan ellas solas.
Preferí volver a creer
que el mundo es un juego
de tronos sin trono
para la que siempre
fue el verso suelto
de todas las coplas.
Y que no me digan
que soy muy injusta.
Y que no me digan
que así no son todos.
Y que no me digan
perdona, perdona.
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