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lunes, 31 de agosto de 2009

Mi reverso en tu certeza

1

 

Me pintas tan distinta,

tan idéntica al reverso

que no puedo decirle

a tu cuadro: yo soy ésa.

 

Esas manos no son mías,

ni lo es el continente.

No reconozco mi risa

en los labios que me dejas.

 

Llenas de oro mi bolso

hasta ponerme una mina

en la cartera que canta

coplas con la calderilla.

 

No, amor, yo no soy ésa

con cara de Mona Lisa.

Tampoco soy por la noche

el Leonardo que pinta.

 

 

2

 

Mi cielo es tu cielo,

y el suyo, y el de ellos.

Tantos cielos como infiernos

tú y yo estamos viendo.

 

¿No descubres una nube

en el rayo que calienta?

Mira, mira, esas gotas

que arrastra la corriente.

 

Allí van en un rosario

nadando los padrenuestros

de quien ora al que escucha

sólo las plegarias verdes.

 

Van hacia el mar de la nada

Donde el cielo es un infierno.

 

 

3

 

Estaba escribiendo

un guión idéntico

a la fantasía

que tienen mis versos.

 

Llegaste, venciste, te hiciste

el dueño de ella

hasta convertirla

en mujer-juguete.

 

Mírale el cuerpo.

No huele a hembra.

Es nada, mi nada, un juego

de pobre poeta.

 

Agarras los folios.

Acabas creyendo.

No sé si soy Cristo

o la Magdalena

al verte entregado a mis Evangelios.

 

Me pides más prosa,

más letras, más texto.

 

 

4

 

Buscas y rebuscas

y te montas

una moto.

 

Son las ruedas

las que corren

los más veloces

kilómetros,

el viento es gasolina,

los neumáticos colchones.

 

Dicen que hueles incienso

cuando rugen los motores

y aquella que se acerca

o es monja o es hombre.

 

Saltas una autopista

porque has visto una paloma.

Frenas lamiendo el semáforo

rojo fuego,

rojo carne,

rojo... ¿hombre?