Vendió la medalla de la Virgen
que asistió a su Primera Comunión,
sumó una cadena de plata,
el anillo que le regaló
aquella tía que no estuvo
cuando recibió a Dios.
Quedó con su primer reloj,
la pulsera de plata,
los gemelos que le dejó
su padre diciéndole guárdalos.
Volvería a la tienda del oro
para vender los restos
de su infancia feliz.
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