He encontrado un caballo
que sacudía a un muñeco
chorreando de sudores
porque grande era el esfuerzo.
Corrí a parar el baile
del equino tan sufriente
y el muñeco me dijo:
por favor, tú no te metas.
Pensaba el bailarín
que yo era la tercera
para bailar en un trío
la muiñeira de los celos.
Lo dejé sobre el lomo
marrón en su larga siesta
de dormir y abrir los ojos
entre un galope y el siguiente.
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