Su hija era la niña que no era
la niña rubia de mirada despierta
acunada en sus brazos adolescentes.
Se había hecho mala
o la habían hecho.
La miró disgustada.
Le dijo hasta luego.
Pasaron los inviernos, los veranos,
no venían nunca la primavera.
El otoño era el largo camino
de las hojas que mueren.
Alguna vez veía a aquella
que seguía siendo su niña
sin ser la niña del chupete
que acunó en sus brazos
y besó con sus besos.
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