Un día desperté y era pobre
y recordé los días
en los que mi nevera
era el frigorífico
donde se vaciaban
los mejores pedidos
de un supermercado
de barrio los domingos.
Ahora yo iría
midiendo la comida,
recortaría en fiestas,
no estrenaría vestidos.
En el fondo de armario
tendría el consuelo
de quien guarda y encuentra
moda de otros inviernos.
Pero nunca diría
que en mi casa hay pena
cuando viene la cena
de arroz sin paella.
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