Fuimos pobres
y tuvimos frío
cuando el invierno
abría las puertas
con su aire helado
y no se cruzaba
con una caldera
bien alimentada.
Tú te enfadabas.
Yo casi te odiaba.
Los niños decían
que no éramos nada.
El gato se fue
para otra casa.
Quedó con nosotros
el perro anciano,
un canario loco
y una cucaracha.
Dejamos de ser
los pobres del barrio
cuando nos llegó
la carta de Pablo.
Decía que éramos
los más agraciados
de la renta mínima.
¡Qué verdad amarga!
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