Quería el monopolio de sus besos
y no aceptaba la competencia
que la esposa pelirroja
suponía a su reto
de ser la única princesa.
Le dijo que lo quería
sólo y siempre para ella
y él le juró amarla
con el otro anillo puesto.
Quedó en un mar de dudas
mientras quitaba los pétalos
a la margarita blanca
de una nueva primavera.
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