No le cabían los euros
en la caja de caudales
desde que decidió ser
la millonaria del barrio.
Lo tocaba y lo vendía,
lo vendía y lo cobraba,
lo cobraba y lo guardaba.
Soñaba con más billetes
y se le multiplicaban
en un milagro increíble
para ateos sin patria.
Lo vendía y le tocaba,
le tocaba y lo cobraba,
lo cobraba y lo tenía,
lo tenía y era grande.
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