Era mi cuerpo y el imbécil,
el buitre que venía a oler
sudores que salieron de mis pieles.
Escupí mis palabras a sus ojos
y juré encima de sus dientes:
no pisarán la tierra que yo quiero
tus putos descendientes, caraperro.
Soy una mujer sola y orgullosa,
con las manos limpias y valientes.
No podrá el caraperro arrodillarme.
Lo juro y lo juro y lo siento.