La primavera poblaba
con flores su largo pelo
sin marchitar la edad
digna de una verbena.
No eran los dieciocho
los que sumaba su cuerpo,
pero sí era ella joven
mirándose en el espejo.
Retrocedió en el tiempo
hasta subir a un seiscientos.
¡Ay, cómo pitaba el claxón
¡Ay, cabían unos veinte!