Las chicas de la floricultura
cultivaban rosas rojas
en los huertos urbanos
donde nacían coles.
Llegó la primavera
y arrasó el polén.
Aquello era horrible,
dijo la agricultora
que envidiaba el huerto
donde había flores.
Su marido corría
detrás de cada rosa
mientras ella lloraba
agarrada a un repollo.
Llegó septiembre y había
otras floricultoras.
La agricultora estaba
en septiembre más sola.
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Vestidos de verano: la comodidad no aprieta