Mi felicidad es desdicha,
mi alegría una culpa,
Dios me cobra cada risa
con un pañuelo en los ojos.
Enveneno con el miedo
el temor que me corroe.
No, yo no seré feliz.
No, para mí no hay futuro.
La montaña amenaza
aplastar mis ilusiones,
ya muertas, ya acabadas,
ya esquelas en sus tumbas.