Me siento la reina de la adolescencia
en una habitación pintada por Picasso
un día en que le disfrazaron
los pinceles en una clase de arte.
La cama me parece como el barco
que pide un viaje por los mares,
el cuadro que ocupa la pared
es un homenaje al arte abstracto.
Me gustan los sillones diminutos
donde siento mis kilos anoréxicos
sin que se rompa un solo muelle.
En el armario escondo mis poemas
colgados en las pequeñas perchas
que nunca podrían con mi ropa.
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