Llegó con cuatro maletas y los hijos
habidos en dos dulces hogares
que acabaron como el rosario
de un viernes de Semana Santa.
Ella podía salir de otro sótano
y empezar a subir los escalones
como los gatos trepadores de árboles.
Luchó hasta dejarse cada uña
arañando las losas del asfalto
en un creo y puedo y lo consigo
y alcanzo un día el tejado.
Ella pudo salir de otro sótano
sin pausas en su prisa atropellada
por las ganas de subir montañas.
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