Se cambiaron a un piso
de pequeños pasillos
en un barrio olvidado
por propios y por turistas.
Subieron las escaleras
sucias y muy amarillas
con los zapatos nuevos
que pisaban a la prisa.
Escondieron viejos muebles
dentro de unas paredes
donde nunca había habido
sillones de Luis XV.
No le abrieron la puerta
a los nuevos conocidos
para ser desconocidos
en un barrio no querido.
Sus vidas había cambiado,
pero ellos eran los mismos:
una familia con gustos
tan caros como divinos.
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